Pablo Jornet: el artista que convirtió el graffiti y la tradición japonesa en su propio lenguaje del tatuaje

Pablo Jornet nació en Alicante, en la costa sur de España. La luz, el mar, las paredes luminosas de la ciudad: todo esto moldeó su sentido del color desde muy joven. La calle se convirtió en su primer campo de experimentación. A los doce años salió a pintar grafitis, y desde entonces la pintura y las grandes superficies pasaron a formar parte de su vida. El graffiti le enseñó a trabajar con audacia en la forma y a romper reglas.

Pero la vida no giraba solo en torno al arte. Durante esos años también ayudó a su padre en la construcción: pintando fachadas, puertas, techos. Dos mundos —la libertad de la calle y la precisión del oficio— se unieron de manera inesperada. Más tarde, esta mezcla resultó esencial. Su primera máquina de tatuar llegó casi por casualidad, a través de un amigo. En aquel momento era solo un juego. Pero la experiencia quedó. Tras trabajar varios años en obras en Alemania, la idea regresó. Ya de vuelta en España, Pablo comprendió que era momento de tomarse el tatuaje en serio.

Mucho ha cambiado desde entonces. Hoy su estilo es reconocido en todo el mundo. Formalmente es neo-japonés, pero con un claro toque de new school y graffiti. Demonios japoneses, fantasmas, samuráis, animales: ellos son los personajes principales. Pero las líneas, el movimiento, los colores intensos provienen de la cultura callejera. Sus piezas parecen vivas, siempre en movimiento.

Otro rasgo clave es su atención a las fuentes. Pablo colecciona libros de ilustración japonesa, muchos de ellos difíciles de encontrar incluso en bibliotecas especializadas. Los busca mientras viaja, en pequeñas tiendas, descubriendo ediciones que casi nadie conoce. Estos libros le ayudan a evitar la copia directa y a crear tatuajes con imágenes inesperadas. A veces incluso admite que la búsqueda se ha convertido en un hobby propio.

La experiencia y la investigación creativa constante lo llevaron más allá de España. Durante los últimos diez años, Pablo ha participado en convenciones tanto europeas como estadounidenses, donde sus obras han sido premiadas.

Los premios que recibió no fueron simples reconocimientos formales. Proceden de convenciones internacionales respetadas, donde la competencia es dura y el reconocimiento se concede solo a unos pocos. Los logros en este tipo de eventos sitúan al artista en el círculo de profesionales que marcan la dirección de la industria del tatuaje. Para Pablo, estos momentos fueron la prueba de que su estilo resuena más allá de España y es valorado a nivel global.

Pero quizá lo más importante es otra cosa: construyó una serie de proyectos de gran escala que lo definieron como artista.

Uno de los puntos de inflexión fue una espalda completa con un samurái: su primer proyecto grande, donde sintió confianza y percibió su propio crecimiento. Otro fue una espalda con una rana y un pez koi. Para él fue la prueba de que su lenguaje personal funcionaba a gran escala y podía manejar historias complejas. Mostraron que la tradición no necesita copiarse, sino interpretarse manteniendo su profundidad. Y eso es exactamente lo que tanto clientes como colegas notaron.

La base principal de Pablo es su propio estudio, Red Panda Tattoo, en Alicante. Allí trabaja en proyectos a largo plazo y forma un equipo. Pero gran parte de su tiempo está ligada a los viajes. A lo largo de los años ha trabajado por toda Europa, participando en festivales y conociendo colegas de Alemania, Italia, Francia. En la actualidad trabaja con frecuencia en Florida, Arizona y, a veces, en Nueva York.

Esa movilidad construye un tipo de experiencia nueva. En Estados Unidos la organización del trabajo es distinta, al igual que la relación con los clientes. Allí se encuentra con artistas de muchos países y crea una red de contactos. Sin esto, una carrera internacional sería imposible.

Al mismo tiempo, crecen nuevos proyectos. En este momento Pablo está preparando un libro de ilustraciones. Incluirá tanto sus obras más conocidas como bocetos que nadie ha visto todavía. En él explica cómo construye composiciones, dónde busca sus fuentes y cómo fusiona la tradición japonesa con el graffiti y el new school.

No es solo un portafolio. El libro está pensado como una herramienta para artistas jóvenes. Muestra que un tatuador moderno no solo sigue las tendencias, sino que puede crearlas.

Hoy el nombre de Pablo Jornet es conocido tanto en Europa como en Estados Unidos. Se le valora por su capacidad de fusionar tradiciones, por sus proyectos de gran escala y por un estilo personal imposible de confundir con el de otros. Los clientes lo eligen por sus ideas audaces. Los colegas, por su apertura y su disposición a compartir conocimiento.

Pero el camino no fue sencillo. Como él mismo admite, lo más importante en esta profesión es la paciencia. Un traje corporal completo puede llevar un año, lo que significa que tanto el artista como el cliente deben estar igual de comprometidos. No hay espacio para la prisa. Lo que importa es el proceso y el resultado.

Al final, todo se reúne en una historia coherente. Un artista de una pequeña ciudad española construyó una carrera internacional sin perder sus raíces. Desde sus primeros grafitis hasta grandes composiciones inspiradas en Japón, desde una máquina prestada hasta su propio estudio: su trayectoria demuestra que el talento y la técnica no bastan. La constancia, la curiosidad y el deseo de seguir aprendiendo son igual de importantes.

Eso es lo que lo convierte en una figura significativa dentro de la comunidad global y en un artista cuyo nombre hoy se encuentra junto a otros maestros reconocidos de la industria.